La mitad de Botsuana pertenece al desierto del Kalahari. El lugar en el que, contra su propia naturaleza como río, desemboca el Okavango.
El caudal de agua recorre mil kilómetros atravesando Angola y Namibia hasta alcanzar las milenarias Salinas de Makgadikgadi y llegar a morir en el desierto del Kalahari. Al noroeste de Botsuana la naturaleza ofrece distintos espectáculos en función de las lluvias, y los meandros y lagunas formados por el Okavango. Diamantes aparte, su delta es el gran tesoro de Botsuana.
El delta del Okavango.
Un vasto rincón de vida salvaje. Largos canales de agua abrazan la tierra y marcan las estaciones, las corrientes migratorias de la fauna y el color de la vegetación de verdes, más o menos intensos, o amarillos. Botsuana conoce y preserva su riqueza natural y opta por un turismo, su segunda fuente de ingresos, de “alta calidad y poco volumen”. Es su forma de garantizar un “bajo impacto ambiental”. Elefantes, cebras, hipopótamos, águilas, estorninos o las temidas hienas reinan sobre un territorio en el que el ser humano está en minoría.
Paisaje de islas, cañaverales, canales bordeados de papiros y ligeros pajarillos que descansan sobre ellos. Palmeras que se adueñan de hermosos pedazos de tierra que emergen de agua, cocodrilos que se mimetizan en las orillas y preciosos tapices de floridos nenúfares rotos, en ocasiones, por los descuidados paseos de inmensos hipopótamos. Los barqueros de los “mokoro” clavan las pértigas en el fondo tratando de no perturbar nada, en el más hipnótico de los ecosistemas. Mejor, parar y escuchar. El Delta del Okavango es el jardín de África, mucho más que una reserva natural. Un inmenso oasis que termina encajado en el silencio del árido desierto.
Salinas de Makgadinkgadi.
Es una de las áreas salinas, salares, más extensas del planeta. Lo que miles de años atrás fue un magnífico lago, hoy posee dos lagunas pobladas por miles de flamencos en la época de lluvias. Las praderas y acacias de los bordes de la laguna Ntwetwe son las preferidas de cebras y ñus. En la otra laguna, Sowa, se alza el famoso montículo rocoso de Kubu Island. La llamativa blancura del suelo y los inmensos baobabs forman un impresionante paisaje. Vestigios arqueológicos y árboles milenarios, de los que dicen que nacen al revés, son atractivos indiscutibles en la cuenca salina.
El baobab sirvió de referencia orientativa a aquel Doctor Livingston y se convirtió en el mítico árbol del “El Principito” de Saint Exupéry. Pero fue el explorador y cazador sudafricano James Chapman, el que escribió su nombre en una de las raíces de un inmenso baobab de 22 metros de altura. El baobab de Chapman, que vivió más de dos mil años, abandonaba su larga existencia en 2016. El árbol, tristemente colapsado, es un auténtico mito y continúa siendo el más buscado por los visitantes. Su larga vida lo convirtió en el símbolo de las salinas y sus enormes raíces sirvieron, incluso, como buzón.
Los humedales del Okavango.
Las orillas de la laguna Guma, al noroeste del delta, son el lugar idóneo para los pescadores. Barbillas, lucios africanos, tilapia de pecho rojo, tilapia de tres puntas o de cabeza verde, bocazas morados y gran cantidad de peces tigre y nembwe, un pez similar a un gran besugo. Más de doscientas especies de aves se posan y revolotean entre manadas de saltarines lechwe rojo (antílope) de agua, mientras los elefantes se alimentan entre la exuberante vegetación de los humedales.
Territorio bosquimano.
En un país, de las mismas dimensiones que Francia, en el que viven tres personas por kilómetro cuadrado, curiosamente, el desierto está habitado. El pueblo más antiguo del sur de África vive en Kalahari, desde hace 20.000 años.
La Reserva de Caza del Kalahari Central fue creada para proteger el territorio tradicional, y a sus habitantes, y preservar la caza de la que dependen. Aunque, puede resultar más difícil preservar su conocimiento del desierto, su sabiduría ancestral y sus antiquísimas tradiciones. Algunos de los bosquimanos trabajan en la reserva y son los únicos guías capaces de mostrar su inmenso territorio y su riqueza natural.
La Reserva Natural de Moremi está formada por varias islas en las que el agua dota a la tierra de flora y fauna abundantes. La isla más grande es Chief´s Island, que debe su nombre a su antigua función como reserva de caza del “jefe local”, y es famosa por sus depredadores. Extensas llanuras aluviales, hábitats muy diversos en los que se encuentran cebras, impalas, ñus y jirafas entre las orillas de juncos, pastizales y bosques poco densos. Moremi es el hogar de los “big five”, los cinco grandes, el león, el leopardo, el rinoceronte, el búfalo y el elefante. En Mombo se concentra una gran población de leones y leopardos. La diversidad de vida silvestre es única y durante las inundaciones del invierno muchas especies cambian de escenario en busca de tierra seca. Es el jardín de África.
Cientos de especies de plantas, aves, insectos y mamíferos completan sus ciclos naturales de vida, conviven, se alimentan o se desplazan. Los inmensos elefantes saben mucho de desplazamientos, siempre en busca de abundante agua y comida. El Parque Nacional de Chobe presume de tener la mayor densidad de elefantes de todo el continente africano. Esos grandes devoradores de ramas de árboles y follaje (trescientos kilos por día) son capaces de beber 200 litros de agua en unas horas. Una dieta pesada, de paquidermo, que obliga a buscar zonas nuevas y más apetecibles. No resulta difícil encontrarse con ellos.
Y, mientras tanto, deslizarse suavemente sobre el agua en un mokoro (canoa), caminar por islas repletas de flora y fauna, y observar. Pararse, esperar, y escuchar los sonidos de una naturaleza inmensa y salvaje.